Tribulaciones por Burdeos… (9)

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Estábamos en Cheval Blanc, adonde habiamos llegado con un cierto retraso y, tras visitar la propiedad y catar el Grand Vin del 2001, nos largamos en pos de La Conseillante. La primera sorpresa llega cuando, al minuto de entrar en el parking de gravilla frente a la entrada principal de la propiedad, vemos salir a un tipo mayor, elegantemente ataviado al estilo inglés (gorra, chaqueta de buen paño y bufanda Burberry’s) que se dirige directamente hacia nosotros.

El tipo resulta ser el mayor de la saga Nicolás, propietarios de la bodega. Nos da una cordial bienvenida y tras él aparecen su hijo, de mediana edad, y su nieto, aún imberbe.
Comienzan a explicarnos las peculiaridades de sus doce hectáreas de terreno, a medio camino entre el suelo arcilloso de Petrus y el de grava de Cheval Blanc. Nos muestran la sala de depósitos de acero inoxidable y nos indican cómo hacen una primera selección de racimos en las cajas de vendimia y una segunda de granos a cargo de diez personas.

En La Conseillante no se preocuparon tanto de mostrarnos la bodega como de darnos a probar sus vinos. Tuvimos la fortuna de probar dos añadas separadas por unos cuantos años de diferencia:

La Conseillante 2003: rojo cereza de capa media, nariz inicial a violetas, pimienta, fruta madura limpia, se abre a tabaco fino, cedro. Una nariz muy limpia. En boca los taninos son finos, sedosos, muestra un excelente equilibrio y un final estupendo a nuez moscada.

La Conseillante 1998: rojo cereza de capa media con ribete cereza. Inicialmente intenso, elegante, con notas de reducción (animales) flores secas en bouquet, especiados (pimienta) fruta roja madura en sazón y ahumados (carne ahumada). Boca con taninos resueltos, excelente acidez que limpia la boca. En el postgusto se agarran un poco los taninos.

Sinceramente, se trataba de uno de los mejores merlots que habíamos probado nunca. Tremendamente complejo, especiado, elegante. Un verdadero vino de ensueño, si bien en una clave un poco más rústica que los vinos de Pauillac.

Eran poco más de las once y no teníamos nuestra siguiente visita planeada hasta las tres de la tarde, así que nos dirigimos a Saint Emilion, pueblucu que ostenta el rango de Patrimonio de la Humanidad, a darnos una vuelta y comer. Lo primero que tuvimos que hacer, eso sí, es buscar un lugar para tomar un café, pues nuestra traductora tenía una necesidad imperiosa que satisfacer.

La meada nos vino a salir por unos 10 euros, más o menos lo habitual en Francia por cuatro cafés. Ya que nos iban a sablear, aprovechamos todos para pasar por los servicios, aunque alguno –que supera la talla estándar (en altura, se entiende)- tuvo que mear desde más allá de la puerta.

Llama la atención Saint Emilion por la cantidad de tiendas de vino, pues en todo el Medoc no hay demasiadas que digamos. Entramos en una, bien surtida y con precios razonables, donde entablamos conversación con su propietario. Mis dos acompañantes le pidieron información sobre la posibilidad de enviar vinos a España y el tipo desapareció en el sótano para regresar con un listado.

Buscamos un sitio para comer y encontramos un lugar pintoresco, bastante centrado en el vino, donde terminamos con la gazuza con un buen menú a 15 euros acompañado de una botelluca de vino. Como aún nos sobraba tiempo tras la comida, y visto que no habíamos logrado visitar Petrus, nos dio por coger los coches e ir hacia la propiedad, aunque sólo fuera por hacernos una foto. Gastón se fue con Martine mientras Ricard y yo nos íbamos juntos. La kamikaze francesa enseguida nos despistó, así que nos pusimos a buscar Petrus como locos. No fue fácil. Dimos un buen montón de vueltas y, cuando pensábamos que ya lo habíamos encontrado, resultó ser La Fleur Petrus. Vuelta al coche y, de nuevo, a perdernos por las carreteras comarcales de Pomerol y Saint Emilion.

Cuando ya lo dábamos por perdido, paramos en un caserón casi en ruinas y le preguntamos a un albañil que estaba levantando una pared. Ricard puso voz de nenuco y dijo: “¿dondé está petgúss?”, a lo que el albañil respondió: “Icí”. Cojones, estábamos delante de Petrus. En realidad detrás, así que aparcamos en una zona reservada aunque desierta y nos hicimos unas fotos en las viñas y con la chabola al fondo. Varias cosas sorprenden de la propiedad. Lo primero, la chabola, realmente indigna de los precios que se pagan por el vino. Lo segundo, el grosor de las cepas, como muslos. Y, en tercer lugar, que aquello es un barrizal que, a las dos y media de la tarde de un día soleado estaba bastante encharcado.

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Montamos en el coche y llamamos a Gastón que, por cierto, estaba bastante desesperado con la conducción de Martine, aparte de perdido en las mismas comarcales en las que estábamos nosotros. ¿Se imaginan un vodevil? Pues eso éramos nosotros, dos coches de un lado a otro, unos buscando Petrus y otros Angelus.

Nuestra gran fortuna fue que, cuando ya estábamos a punto de vencernos, nos detuvimos en una intersección donde estaba trabajando una máquina excavadora. Ricard volvió a poner voz de nenuco y le preguntó: “¿Cható Anyeluuuu, silvuplé?”. El tipo se baja de la excavadora y cuando pensábamos que nos iba a dar de hostias reconvenir por destrozar el idioma, se pone a darnos todo tipo de explicaciones. Que si primero a gauche, que si luego a droite, que si un semáforo, que si un árbol. Solo-í faltó hacenos un mapa.

En un pis-pas, nos pusimos en Angelus…

pisto

INDICE DE CAPITULOS:
Capítulo 1: El viaje
Capítulo 2: Lafite Rothschild
Capítulo 3: Chateau Latour
Capítulo 4: Mouton Rothschild
Capítulo 5: Cos d’Estournel
Capítulo 6: Leoville Barton
Capítulo 7: Chateau Margaux
Capítulo 8: Chateau Cheval Blanc
Capítulo 9: La Conseillante

5 Comments

  1. sipisto

    Esto … ¿Ésto se acaba alguna vez? ¿U os quedásteis a vivir en Burdeos y no seguiréis torturando ad nausea con vuestras desventuras? ¿Para cuando fotos de Martine? ¿Había comentado alguna vez que los vinos de Burdeos, así hablando en general, me dejan bastante frío?¿Para cuando una crónica similar de Campo de Borja?

  2. pisto

    Mardito roedor!!! no nos quedamos a vivir en Burdeos, aunque no es mal sitio para vivir (Burdeos la ciudad, que Pauillac es un pueblo-pueblo). Lo de la tortura ad nausea vas a tener que soportarlo unos cuantos capítulos más. Aún me queda contar lo que acaeció en Angelus, Haut Brion, La Mission y Chateau d’Yquem.

    Que los Burdeos te dejen frío no es mi problema, en realidad. A mí me apasionan los buenos como me apasionan los buenos Barolos o los buenos Borgoñas, Riojas o Riberas. Si tu no los disfrutas, pues sólo puedo decir que lo siento.

    De Martine no habrá fotos, lamentablemente. Y, de Campo de Borja quizá se escriban páginas similares dentro de 150 años, si es que el terreno da para tanto escribir.

    pisto

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