To blog or not to blog

Cuando uno se plantea empezar un blog como este en principio las pretensiones no son excesivas aunque tampoco pobres (para no decir nada no escribimos), pero siempre he tenido claro que mi referente era la columna que semanalmente escribe Caius Apicius , pseudónimo que esconde a Cristino Álvarez, para EFE que está sindicada en varios medios y que heredando la ironía y sabiduría de Julio Camba transmite en sus artículos un amor por la gastronomía del mercado, del día a día, del producto y de también de las grandes mesas; siempre con el referente de su galicia natal.

Valga como ejemplo la deliciosa columna que escribe esta semana dedicada al més de Abril de la que no me resisto a citar la siguiente receta de menestra:

Tras desgranar los guisantes, tarea que a mí me resulta bastante relajante, guardamos sus vainas. Desgranamos luego las habitas y después procedimos (esto de relajante no tiene nada, la verdad) a quitar la piel externa de cada grano. Nos quedaron, del kilo pasado, algo así como 200 gramos de habas repeladas; preciosas, eso sí. Y terminamos la ‘mise en place’ eliminando el extremo inferior, un tanto leñoso, de nuestros espárragos.

En una cacerola capaz pusimos agua, sal y una cebolleta de las de bulbo redondo, elementos a los que fueron a sumarse las vainas de los guisantes con el sano propósito de elaborar un caldito para su ulterior utilización en la receta.

Pusimos un chorrito de aceite virgen en un cacito y le incorporamos dos dientes de ajo, laminados. Cuando las láminas de ajo se doraron, las retiramos… para ponerlas sobre unas rebanadas de pan, espolvorearlas con unos pétalos de flor de sal y tomarnos un aperitivito.

En el aceite aromatizado por los ajos rehogamos brevemente los espárragos, las habas y los guisantes; al poco rato cubrimos todo con el caldo de las vainas de los guisantes y sometimos el conjunto a una breve cocción: cinco minutos bastaron. Mientras, aprovechamos para escalfar, en agua con un chorrito de vinagre, unos huevos bien frescos. Cuatro minutos, y fuera. Luego les recortamos al máximo las claras, procurando dejar las yemas casi desnudas.

Lo demás… se lo pueden imaginar fácilmente. Bien escurridos los vegetales, los distribuimos en los platos, que a partir de ahí lucieron tres tonos distintos y bellos de verde. Colocamos en el centro de cada plato una yema, bastante temblorosa ella, como si la asustase tanta verdura, y rematamos la faena esparciendo sobre todo ello un poco de buen jamón picado en daditos minúsculos.

Sirva desde aquí este homenaje y busquen sus artículos que no les decepcionarán.

Nopisto