El escándalo de la falsificación de vinos

No hay duda de que la riqueza, cuando muy grande, tiende a convertir a los hombres en zánganos inútiles, si bien su número nunca es elevado; y aquí se da un cierto grado de eliminación, porque diariamente vemos hombres ricos, que resultan ser necios o derrochadores, que dilapidan su riqueza.

Charles Darwin, The descent of man (1871)

El de la falsificación de grandes vinos es un tema de rabiosa actualidad. Y, para demostrarlo, les enlazo un artículo de hoy mismo en Bloomberg. Quizá como decía nuestro buen amigo Fernandito, el mayor favor nos lo haya hecho uno de los principales actores de esa obra de teatro que son las botellas de añadas míticas de los vinos más famosos: Rudy Kurniawan. Para aquellos que no hayan seguido el «affaire Kurniawan» Rudy era un ciudadano de origen asiático que se labró una reputación en el mundo de las subastas de grandes vinos gracias a su generosidad al abrir las mejores añadas de propiedades como el Domaine de la Romanée Contí en Borgoña o Petrus en Burdeos. Esas cenas, a las que eran invitados la flor y la nata de los coleccionistas de vinos más ricos de los Estados Unidos e incluso algún afamado crítico que hoy reniega obtuvieron gran difusión en medios tan prestigiosos como el foro de debate en www.erobertparker.com o incluso en la que para mí es la mejor publicación de vinos del mundo: The World of Fine Wine.

Debo decir que, como suscriptor de estos medios, nunca dejó de sorprenderme la exuberancia de estos eventos, en los que cada gran vino era inmediatamente seguido por tres docenas de vinos aún más escasos y siempre de las mejores cosechas. Sorpresa que, efectivamente, contenía una mezcla de incredulidad, envidia malsana y sensación de pérdida, pues nunca he logrado disfrutar de una sucesión rápida de vinos y, en mi código de conducta frente al vino, una gran botella necesita atención y conversación, cosa que se me antoja imposible en estos eventos. Pero, en fin, cada uno hace lo que quiere con su dinero y, si paga otro, pues supongo que el límite está en el aguante de cada uno.

El negocio no estaba, obviamente, en estas cenas donde, según parece, se servían vinos legítimos o que, al menos, lo parecían. Y digo «lo parecían» porque ya saben aquél viejo chascarrillo en que le preguntan a un afamado catador de vinos si había confundido alguna vez un Burdeos y un Borgoña y el catador respondía que «nunca jamás desde hoy a mediodía». Como para ser capaz de discernir si ese Armand Rousseau Chambertin 1961 que te sirven después de otros 17 vinos es realmente un Armand Rousseau, es un Chambertin, o es un 1961. Ustedes mismos. El negocio -retomemos el asunto- estaba en las colecciones de vinos que Rudy Kurniawan ponía a la venta a través de subastas fundamentalmente en la casa Acker Merrall & Condit’s uno de cuyos ejecutivos (John Kapon) no cabía en sí de gozo con las botellas y más botellas que Rudy ponía en sus manos. Algunos expertos en la evaluación de botellas históricas habían mostrado sus reticencias respecto a algunos lotes y, como resultado a sus reticencias, fueron marginados por la profesión. Como es lógico. Imagínense el porvenir de un tasador de viviendasque,  en 2005, le dijera al banco de turno que esa propiedad no valía un carajo cuando el banco había acordado una hipoteca del 110% de un valor ya de por sí inflado. Es decir, que el sistema está montado para que todo lo que pueda pasar por delante del martillo lo haga, y al mayor valor posible. Y si es falso, que no se entere nadie, que al fin y al cabo el vino es un producto vivo que evoluciona de forma irregular por muy famoso que sea el Domaine.

Pero, ay, la codicia llevó a Kurniawan a embotellar un vino que no existió jamás: Clos de la Roche 1929 de Domaine Ponsot, un Domaine borgoñón que no embotelló vino de este Grand Cru Clos de la Roche hasta 1934. La reticencia del subastador a retirar los lotes afectados llevaron a Laurent Ponsot, actual propietario del Domaine, a personarse en una de las subastas y su presencia logró retirar los lotes más conflictivos.

A partir de ahí, el castillo de naipes se vino a bajo rápidamente. En casa de Rudy Kurniawan fue encontrada una auténtica factoría de falsificaciones, incluyendo etiquetas, botellas, cápsulas y corchos. Sólo entonces supimos que Rudy solicitaba a los restaurantes en los que organizaba sus cenas promocionales que le enviaran las botellas, corchos y cápsulas tras haber sido consumidas las botellas. Y todo empezó a cobrar sentido.

Hoy el tema de las falsificaciones cobra protagonismo de nuevo en el artículo de Bloomberg que les citaba al inicio, pues en él se mencionan nuevos procedimientos técnicos para determinar la edad de un vino, al módico precio de entre $300 y $600. Eso sí, aún no han encontrado proceso técnico alguno para asegurar que una botella es realmente un Chambertin y no un viñedo sin distinción del lado equivocado de la RN74.

Dicho todo lo cual, que no es poco, la entrada no va de falsificaciones, aunque si les interesa el tema les remito a diversas fuentes como Elmundovino, The Wall Street Journalel FBI (glup), Vanity Fair o, si tienen mucho tiempo, a este hilo de mensajes en el foro Wine Berserkers en el que hay la friolera de 7200 mensajes sobre el escándalo No. Como decía, de lo que va la entrada es de mi sorpresa por lo ingenuos que pueden llegar a ser los bebedores de vino más prósperos y ricos. Uno tiende a pensar que se llega magnate gracias a la planificación, a la dedicación al detalle o a la sagacidad. Pero eso se me antoja incompatible con comprar a precios astronómicos el primer doble magnum de Petrus 1947 que aparece en un catálogo de una casa de subastas, sobre todo cuando con un poco de cultura vinícola se sabe que en aquella época, Petrus no realizaba sus propios embotellados, las barricas eran vendidas a comerciantes (especialmente belgas) y, sobre todo, Petrus no tenía la reputación que tiene hoy, por lo que raramente quedan botellas por vender y, desde luego, no se embotellaba en magnum y mucho menos en doble magnum.

Lo cual me lleva a la siguiente reflexión: vivimos en un mundo de la gratificación instantánea en el que, como decía Springsteen, el pobre quiere ser rico y el rico quiere ser rey (y tenerlo todo a su disposición cuando le place). Pero, ¡ay!, el vino es otra cosa. Es paciencia. Es observar como las botellas o las cajas que has comprado cuando salen al mercado van afinándose y mejorando (y, a veces, empeorando). Y, como conclusión, la pena es que estos coleccionistas quizá tienen un bolsillo muy profundo, pero de vino no sólo saben muy poco, sino que no han entendido nada.

Salud y buen vino,

pisto

2 Comments

  1. ¿Será capaz uno de estos ricos de reconocer su absurdo error; la naturaleza y origen del mismo? Y ¿será capaz uno de estos ricos de disfrutar, sin ambages, de un sencillo y encantador vino de 3 EUR?

    Saludos,

    Jose

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